"Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper."

viernes, 31 de diciembre de 2010



Se sentó a esperar el año nuevo que vendría, era absurdo en realidad, después de todo, eran recién las tres de la tarde y el calor en ese momento era insoportable. Pero ella parecía no notarlo. Sentada en su patio con un grueso libro en el regazo como único acompañante observaba la leve brisa que movía casi indescriptiblemente las copas de sus árboles.
Una brisa más fuerte removió su cabello haciéndola despertar de su ensoñación. Volvió a observar algo invisible, a sentir como el tiempo se derretía a su alrededor, a esperar a que ese año terminara.

Como todos los años volvió a sentir que dejaba algo atrás, un dolor tirante de esos que cuando los sientes te entran ganas de llorar y gemir, pero no lo haces, porque sabes que no es el peor dolor del mundo, y solamente te detienes a apretar los dientes y volver a levantarte.
Eso es lo que ella estaba haciendo, alzar la barbilla, apretar los dientes, pasar del dolor, ignorarlo, obligarse a olvidarlo.

Abrió su libro, se sumergió en la historia dejando de lado el dolor, ocultándolo tras una puerta, e intentando librarse de la llave.

Así es como se la pasaba sus años nuevos: extrañando el año viejo y sufriendo algo a lo que no encontraba nombre, algo a lo que le decían soledad.

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