"Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper."

martes, 28 de diciembre de 2010

Verano en Palermo

Me gustaba que mi vida fuera así. Sentir el fresco llamado de la libertad, o quizás solo era la brisa veraniega que se acercaba a alejar ese bochornoso calor que me coloraba las mejillas.

Ese verano había sido especial, dejé de lado las preocupaciones cotidianas y me dediqué a recorrer el mundo, o al menos ese pedacito de mundo:
Palermo, esa ciudad alocada y bulliciosa llenó mis pulmones durante esas semanas. Me sentía libre entre la multitud, el barullo, el ir y venir apresuradamente, mientras yo, paseaba con aire relajado, sin ninguna obligación y casi sin idea de dónde dirigirme. Debo admitirlo, a veces me desorientaba.

A veces con un antojo de soledad, decidía acercarme a la campiña a disfrutar de mi propia compañía. Los rayos del sol se enredaban en mis cabellos, y jugueteaban por mis pestañas. El césped y las flores lamian mis vestidos y me invitaban a descansar a la sombra de los árboles.

Luego hacia un viaje a las panaderías y me atiborraba de pastelillos de diferentes tamaños y colores.
Paseos sin sentidos, bañados a esos tiernos atardeceres que traían el fresco rocío nocturno que acaricia tu piel.

Noches dulces y suaves me llevaban en sus brazos, anuncios luminosos llenaban mis ojos.
Todo parecía mágico en Palermo. Todo tenía ese olor a nuevo que termina haciéndose tan familiar, que te envuelve por dentro y trata de retenerte. Ese olor que tanto extraño. Con ese olor a... Palermo.

No hay comentarios: